La historia de Lía, el erizo aventurero
En un rincón escondido del bosque, donde el sol filtraba sus rayos entre los árboles y el viento jugaba con las hojas, vivía Lía, una pequeña erizo con un espíritu curioso. A diferencia de los demás erizos de su comunidad, que preferían la tranquilidad de sus madrigueras, Lía siempre soñaba con explorar el mundo más allá del claro donde había nacido.
Una mañana, después de desayunar unas deliciosas moras, Lía decidió que era el día perfecto para su primera aventura. Se colocó una hojita de trébol como sombrero, su «amuleto de la suerte», y partió. Caminó entre setas gigantes, saltó sobre charcos donde las ranas cantaban y cruzó un arroyo sobre un tronco caído. Todo era tan nuevo y emocionante que Lía no podía evitar sonreír con sus diminutos dientes.
En su camino, se topó con un gran árbol hueco que parecía susurrar secretos. Dentro, encontró un mapa antiguo dibujado con tinta de bellota. Marcaba un «tesoro» en lo alto de la colina más alta del bosque. Sin dudarlo, Lía emprendió el ascenso. Cuando llegó a la cima, no encontró un cofre ni joyas, sino algo mucho mejor: una vista impresionante de todo el bosque, iluminado por la luz dorada del atardecer.
Lía comprendió que su verdadero tesoro no era algo material, sino el valor de salir, descubrir y atesorar esos momentos únicos. Desde entonces, regresó cada día a la colina, convirtiéndola en su lugar especial, y todos en el bosque empezaron a llamarla «Lía, la aventurera».
Su historia se cuenta ahora entre los animales, inspirando a otros a atreverse a descubrir el mundo más allá de lo conocido. 🌿✨
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